Sin la excesiva densidad de Mi noche con Maud ni la molesta banalidad de El rayo verde, se nota como Rohmer poco a poco se iba alejando del estilo vanguardista y de la anti-trama de la Nouvelle Vague mientras evolucionaba a uno más confortable pero no por eso vacío. Hay una enorme belleza en esta historia de decepciones amorosas en donde sin embargo no veremos los elementos más efectistas que suelen haber en el genero, porque Rohmer es excelente creando personajes que viven más por su propia humanidad y gestos de sus actores que por los propios conflictos que se les presentan. Al final para Rohmer no existen buenos ni malos en lo que es propiamente amar.